miércoles, 26 de febrero de 2014

Marihuana y otras hiervas II...


Antropología, cultura y drogas.

Ceremonias y rituales americanos.


La relación entre las drogas y el hombre es tan antigua como la existencia misma del hombre. Así lo han corroborado la antropología, la historia y la arqueología. El acceso al conocimiento de esta relación ertenece fundamentalmente al siglo XX, y así lo demuestra el auge de las ciencias tales como la   etnobotánica,   etnofarmacognoscia,   etc.   Un   precursor   en   este   sentido   fue   R.   Gordon   Wasson, conocido   banquero   fundador  de   la   etnomicología,   luego   derivada   en   etnobotánica.   Su  más   grande hallazgo fue el de descubrir que el soma de los Vedas hindúes no era otro que la amanita muscaria.


A lo largo de la historia cada cultura ha establecido un vínculo preferencial con alguna droga. Dicha droga adquiría un significado en tanto la génesis de las culturas y sus tradiciones, su mitología. Formando entonces parte de una cosmovisión, incluida en sus rituales religiosos, y en cura cultura habría roes preestablecidos en el relacionamiento con dicha droga, tal como lo es la figura del chamán. Este personaje cumplía varias funciones tales como ser el mediador entre el pueblo y la divinidad, lo mágico­religioso, tarea esta que consiste en administrar correctamente las prácticas  y consumos en torno a la droga social. Pero también ser un mediador socio­cultural, papel que consiste en curaciones en base a plantas, ritos o cantos (ícaros), así como también establecer la división social y poder médico­ político.

No   se   conocen   registros   suministrados   por   las   ciencias   anteriormente   mencionadas   sobre culturas que hayan prescindido del consumo de alguna droga, ya fuera con fines médicos y/o religiosos.
Es así que haciendo un recorrido por culturas tales como: la grecolatina, nos encontramos con tradiciones   de consumo de determinados  fermentos  como forma de acceso al éxtasis  místico,  o  la inhalación de sustancias tales como el cannabis, o la quema de laurel, y de la posible presencia del clviceps en los rituales iniciáticos del Helenismo. Los semitas se han relacionado con el consumo de depresores. El Islam al consumo de enervantes como el café y el haschís. Los chamanes siberianos rindieron culto a hongos tales como amanita muscaria, y al género psylocibe (cultos que prosiguieron sus sucesores en la Europa nórdica y las llanuras eslavas). Los chamanes americanos se sirvieron del consumo de cactus alucinógenos (tales como peyote, San Pedro, etc), y de compuestos derivados de la banisteriopsis   caapi,   así   como   de   la   datura.   Mientras   que   en   América   del   Sur   el   consumo   de psicoactivas se centraba en la coca, el yagé, tabaco, cacao y yerba mate entre otros.

En nuestra cultura judeo­cristiana la droga fetiche es el alcohol. Cuya historia registrada se remonta a mediados de la civilización egipcia (1500 a.C. aproximadamente) con la fermentación de la vid y la cebada (vino y cerveza), culto del que se nutren los griegos en su conquista a Egipto (332 a.C.) aproximadamente en el 86 a.C. con la expansión del Imperio Romano el proceso es perfeccionado, fundamentalmente el vino. Con el posterior advenimiento del cristianismo, éste es incorporado a esta cosmovisión, adquiriendo un papel importante que sufrió cambios con el devenir del tiempo. Desde ser consumido en forma colectiva luego de largos ayunos enmarcado dentro de una práctica religiosa, hasta alcanzar progresivamente un carácter simbólico como es en nuestros días.

Es importante resaltar que no existe una postura unívoca, ya sea en términos de consumo como de comprensión, puesto que algunas culturas has apostado a lo dionisíaco, otras a lo enteogénico, etc. Una actitud científica no debería ser etnocentrista, sino tener la capacidad para comprender las lógicas de otras etnias.





martes, 25 de febrero de 2014

Marihuana y otras hiervas III...


Legislación y drogas.


Desde la dimensión jurídica las drogas son calificables en dos grandes grupos: drogas legales y  drogas ilegales. En este punto del presente trabajo se pretenderá exponer el proceso de penalización sobre drogas en nuestro país, hasta llegar a la ley 14.294, tipificadota de la legalidad e ilegalidad de drogas y prácticas sociales a ellas relacionadas.
El primer antecedente a nivel mundial en penalización sobre drogas es en los EE.UU. en el año 1906 (cabe aclarar que este es un primer antecedente de penalización en términos jurídicos que es en este momento lo que nos convoca, ya que las hay más antiguas pero relacionadas fundamentalmente a las prácticas religiosas, como lo es por ejemplo el alcohol para el Islam). En este año el Congreso en Washington promulga la primera ley sobre garantías de calidad de alimentos y los medicamentos cuyo nombre fue “Pure food and drugs acts”. Algunos productos perjudiciales para la salud se prohíben en los   medicamentos   o   alimentos   que   contengan   sin   indicarlo:   alcohol,   morfina,   heroína,   cocaína   o derivados (es por este motivo que la Coca Cola debe cambiar su fórmula hecha en base de hojas de coca por una fórmula hecha en base a cafeína). Uno de los factores mencionados como más incidentes en la promulgación de esta ley se relaciono con una serie de intoxicaciones que afectaron a la población por   los   conservantes   incluidos   en   embutidos.   Se   suponen   otros   factores   influyentes   tales   como   la alianza entre médicos, boticarios y laboratorios que redefinió el mercado con la legislación. Con este acuerdo corporativo se hace a un oscurecimiento deliberativo de los criterios farmacológicos, y por ende a una monopolización del mercado.
Estos antecedentes de dimensión internacional son aquí mencionados ya que la promulgación (o sucesivas promulgaciones) en nuestro país con respecto a las drogas está directamente influencia por la 
jurídica   internacional.   Tanto   es   así   que   la   legalidad   o   ilegalidad   de   una   sustancia   en   nuestra Constitución esta pautada por convenciones internacionales, y así lo explicita la reforma constitucional del año 1934, en el artículo 47 y las ratificaciones posteriores: “El Estado combatirá por medio de la  ley y las convenciones internacionales los vicios sociales”.
Previo pasar al análisis de la ley en el Uruguay pueden encontrarse antecedentes en el artículo 223 del Código Penal del año 1934, incluido dentro del título relativo a los delitos contra la Salud Pública. Vemos que cuando refiere a las circunstancias previstas reglamentariamente, entre ellas nos encontramos con la Legislación Farmacológica de 1936, la cual incluía a dichas sustancias dentro de la 
terapéutica y farmacodinamia. Es de esta forma que se va vislumbrando una cierta articulación entre el saber y poder médico y judicial. Como lo plantea Foucault el sistema médico es auxiliar del sistema penal.
En el año 1937 se establece por Ley 9.692 un control sobre la importación de estupefacientes. Dicha ley en sus veintiún artículos se nutre de convenciones internacionales tales como La Convención sobre el Opio, realizada en La Haya 1912 (ratificada en Uruguay en 1916) y de la Conferencia de Ginebra 1931. Los cuatro grandes puntos sobre los que trata la ley serían: 

I. La comercialización de estupefacientes (artículos del 4 al 6);
II. Recetario con fines terapéuticos (artículo 7); 
III. Tenencia no autorizada (artículo 9); 
IV. Uso indebido de estupefacientes (artículo 15).

Todo esto haciendo referencia estricta a los comportamientos delictivos. En tanto las sustancias prohibidas se encuentran en el artículo primero.
El 11 de julio de 1974 se promulga el decreto­ley 14.222, sobre la base de la Convención Única de Estupefacientes celebrada en la ONU en 1961, que sustituye los tratados anteriores y el Protocolo de la Conferencia de Ginebra de 1972. todo esto servirá de base al decreto­ley 14.294 del 31 de octubre de 1974.
Esta ley se basa en determinados listados aprobados en convenciones internacionales los cuales refieren a la ilegalidad y clasificación de sustancias. Estos serían: el listado de la Convención Única de New York, el listado del Convenio de Viena. El decreto­ley 14.294 es promulgado en el período de facto por el Consejo de Estado, derogando el artículo 223 y la ley 9.692.

Dicha ley se divide en ocho capítulos:

Capítulo I: referido a las sustancias incluidas en los listados.
Capítulo II: referido a la competencia del Ministerio de Salud Pública, el cual se cristaliza en la Comisión Nacional de la Lucha contra las Toxicomanías.
Capítulo III: referido a los cometidos del Ministerio del Interior, con la creación de la Comisión 
Honoraria de Represión al Tráfico Ilícito de Drogas del cual se forma la Brigada Nacional Antidrogas.
Capítulo IV: hace referencia a las penalidades.

Los restantes capítulos redundan especificidades no determinantes al trabajo que nos convoca.
Es así que posteriormente a la disolución del parlamento el Consejo de Estado presidido por Bordaberry sanciona el decreto­ley sobre estupefacientes. Hubo una serie de discusiones terminológicas respecto a cómo nombrarla. El proceso comenzó con   el   término   droga   y   se   entendía   por   la   misma   toda   sustancia   química   capaz   de   alterar   el organismo,lo que hacía derivar a la distinción entre lícitas e ilícitas; también fue referido en términos de narcóticos que serían aquellas sustancias capaces de producir sueño; alcaloides  o sea sustancias alcalinas de origen vegetal; alucinógenos; y estupefacientes por su generalidad fue el término adoptado, aunque no sea la nominación más precisa.
El bien jurídico que preserva la ley es la Salud Pública, que por Bayardo es definido como “el estado   del   individuo   exento   de   manifestaciones   mórbidas,   que   cuando   se   refiere,   no   a   un   sujeto particular, sino a los individuos que viven en grupos sociales más o menos densos o solidarios”, citado por Dr Otatti, página 14.
El decreto­ley 14.294 sustituyo el listado de la Comisión Especial –que se había conformado para   este   fin­   que   contenía   tres   listados   (I   Estupefacientes,   II   Alucinógenos,   III   Anfetaminas   y Psicofármacos   en   general)   por   las   de   los   convenios   internacionales   de   Viena   –en   peligrosidad decreciente­ y Nueva York, y convirtió todos los delitos en inexcarcelables.
Las reformas penales introducidas por la misma consisten en seis figuras delictivas, tipificadas en los artículos comprendidos entre el 30 y el 35, y el artículo 36 que establece agravantes. Se tipificará uno de los delitos cometidos, el de tráfico ilícito, dependiendo la gradación de la criminosidad y de la sustancia. El régimen de penalidad es muy severo, con condenas que alcanzan los dieciocho años de penitenciaría.
El sujeto activo será el tenedor exceptuando lo expresado en el artículo 31 inciso 2, que no lo considera al consumidor como un delincuente sino como un enfermo. A diferencia de la ley holandesa de   1976   que  recoge   recomendaciones   del   trabajo   gubernamental   de   1972  del   mismo   país,   el   cual considera las cantidades de consumo personal y hace una distinción entre drogas duras y blandas o suaves, nuestra ley no establece cuáles son las cantidades mínimas. El no establecer dichas cantidades contradice el  Principio de Tipicidad según el cual el tipo penal debe describir en forma precisa y lo más cerrada posible las conductas delictivas, para evitar problemas de interpretación. Recordemos que la ratio legis lo que condena es el ánimo de tráfico. Por lo tanto podría admitirse el cultivo con el fin de que fuese para consumo personal.
El objeto material será cualquier sustancia o estupefaciente que aparezca en cualquiera de las listas y las que incluya el Poder Ejecutivo a través del artículo 15. Aquí podemos encontrar otra de las fallas de este decreto­ley explicitada por los expertos en lo que refiere a la presencia de una misma sustancia   en   distintos   listados,   existiendo   una   duplicación   del   objeto   material,   por   lo   tanto   una duplicación de tipos penales.
Los artículos 40 y 41 establecen medidas de seguridad curativas.
Nuestro derecho penal no castiga la autolesión, legitimada constitucionalmente en el artículo X “Las acciones privadas de las personas que de ningún modo atacan el orden público ni perjudiquen a  un tercero, están exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la República será  obligado a hacer lo que la ley no manda, ni privado de lo que ella no prohíbe”. Este artículo emana del artículo V de la Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano, 12 de agosto de 1789. Es en reconocimiento de este artículo constitucional la salvedad que se hace en el artículo 31 inciso 2 del decreto­ley.
También podríamos agregar lo que establece Zaffaroni en su Manual de Derecho Penal “el Estado que quiere imponer una moral es un Estado inmoral, porque lo que impone no puede llamarse moral, puesto que el mérito moral surge de la elección libre que se hace cuando se tiene la posibilidad de elegir otra cosa: no hay mérito moral para el que no pudo realizar otra conducta”.
Otras   de   las   problemáticas   que   se   abren   en   torno   a   esta   ley   es   si   el   peligro   que   se   debe considerar es el abstracto o el concreto. Lo que castiga la ley es la amenaza del bien jurídico tutelado, por lo tanto castigaría un peligro abstracto. Sin embargo esto resultaría violatorio del  Principio de  Lesividad, en el cual debe de haber una afectación real del bien jurídico. El artículo 26 del Código Penal expresa que “las presunciones de juris et juris, no son de recibo en materia penal”. También en el 
artículo 3 requiere la existencia de peligro para que pueda haber delito y que resulte de la consecuencia 
directa de la acción u omisión. Por lo tanto lo que se debe castigar es el peligro concreto, nullum crimen sine conducta.
En lo que respecta al consumo grupal, la jurisprudencia (cabe recordar que la jurisprudencia en nuestro país no tiene validez de ley, pero sí es fuente de Derecho) se inclina a castigar a todos o alguno de los participantes. Pereira Schurman basado en la dogmática y en lo empírico cultural del consumo grupal de marihuana sostiene lo equívoco de esta medida. El castigo de esta situación sería violatorio del  Principio de Igualdad, ya que de haberse realizado en forma individual el mismo no podría ser castigado.
Sin embargo esta ley con sus fallas y su intento de controlar el abuso no ha dado los resultados perseguidos.   Así   lo   expresa   por   ejemplo   Adela   Reta   cuando   dice   “las   penas   por   sí   solas   no   han resultado eficaces para contener la difusión del uso no terapéutico de drogas que generan dependencia, lo que obliga a encarar la lucha desde otros ángulos, especialmente el educacional”.

lunes, 24 de febrero de 2014

Marihuana y otras hiervas IV...


Medicina y Drogas.

La relación entre la medicina y las drogas es muy íntima relación y se remonta de los comienzos mismos de la medicina a la actualidad.
Para comenzar por los orígenes mismos de tal arte debemos de citar a Hipócrates (460­370 a.C.) padre de la medicina occidental. Este ilustre personaje hace insoslayable mencionar su entorno socio­ cultural   en   el   que   vivió   y   que   es   lo   que   más   nos   importa.   Precisamente   la   medicina   hipocrática predicaba gran fé en la naturaleza y el restablecimiento natural del equilibrio perdido (enfermedad). 
Dicha   fé   en   la   naturaleza   hacía   que   la   farmacopea   hipocrática   fuese   bastante   reducida,   y   así   lo demuestra unna comparación: 12 siglos antes de Hipócrates el papiro de Ebers registraba más de 900 drogas   mientras   que   en   el  Corpus   Hippocraticum  (colección   de   59   tratados   que   constituyen   una verdadera enciclopedia del saber médico de la antigüedad) no hay mencionadas más de 300. Interesa destacar  que varios de éstos remedios  eran de origen egipcio, tales  como el opio, la mándroga, la belladona, beleño e hidromiel (todos ellos con poderes adictivos).
Como   lo   han   corroborado   ciencias   como   la   antropología,   la   historia   o   la   arqueología,   los comienzos mismos de la medicina occidental están relacionados a la utilización de determinadas drogas (muchas   de   ellas   utilizadas   al   menos   en   su   principio   activo,   hasta   hoy).   Las   drogas   fueron así acompñando el devenir de la medicina a lo largo de los tiempos. Por lo que podemos rescatar varios momentos de importancia que hacen a los cometidos del presente trabajo.
No es hasta el siglo XVII que comienza la popularización de los remedios químicos, creándose una   gran   demanda   y   adquiriendo   así   estos   un   elevado   status.   Se   podría   decir   que,   este   sería   el comienzo   de  una  relación   de  profunda  dependencia  entre   la  medicina   y  las  drogas,  creada   por la demanda masiva de remedios químicos, muy cargados de un simbolismo casi mágico en la “lucha contra la muerte y la enfermedad”. Alimentándose así dualismos que se venían cultivando desde la antigüedad, y favorecidos por la religión cristiana con una cosmovisión basada en fuertes dualismos.
Vemos entonces, cmoo se van entrecruzando desde momentos remotos múltiples dimensiones que hacen a la construcción del concepto tratado. Recordemos que en la Europa del siglo XVII la gran mayoría de dichas drogas era importada desde muy lejos, por lo que a raón de la demanda comienza a desarrollarse una vasta red de canales de mercantilización alrededor de las mismas.
Con la llamada Revolución Científica los desarrollos de la química y la alquimia aportaron nuevas ideas en lo que concierne a los procesos de asimilación de alimentos, excreción, respiracion y nuevas prácticas de terapia basadas en drogas químicas. En el siglo XVI los alquimistas ya sabían como   preparar  ácidos  minerales  y extraer  la “esencia”  o “espíritu”  de las  plantas  y minerales   por destilación. Es justamente a Paracelso (1493­-1541) a quien se le atribuye la aplicación de la química a la medicina, llamándola iatroquímica.
Es esta la época de la expansión de los grandes imperios europeos, época de conquistas y de colonias. El colonialismo es de gran importancia en este tema ya que constituye tamibén el momento del surgimiento del Estado.
Por  parte de las autoridades  colonialistas  surge una vigorosa denuncia  contras  las  prácticas nativas, desde los “curanderos” indígenas, el chamanismo, hasta los vaidas y hakims de la medicina hindú e islámica, argumentando que éstas eran prácticas que se escudaban en la superstición, o en el mejor   de   los   casos   sobre   un   mero   empirismo.   Lo   cual   resultaba   “peligroso”.   De   esta   forma   los occidentales toman una actitud hostil, fundamentalmente en la segunda mitad del siglo XIX que el cuando la medicina alcanza un gran auge entre las ciencias (1).
(1) Sabida es la discusión a nivel epistemológico sobre si la medicina es o no una ciencia. Algunos autores señalan que es una práctica que se nutre de varias ciencias y disciplinas, pero no es objeto del presenta trabajo ahondar en el debate.
De   una   forma   clara   se   describe   la   relación   surgiente   entre  medicina  y  estado,   cuando   las 
autoridades coloniales intervengan directamente para prohibir las prácticas y cultos que según su canon 
veían como médica o políticamente objetables.
Pero, no todo fue intolerancia en esta compleja relación entre culturas, y el occidente se sirvió de algunas sustancias utilizadas por los nativos, ya fuese en la búsqueda de nuevas drogas, o por el bajo precio   que   estas   tenían   para  la   población   pobre  en  general.   Uno  de  los  motivos  del   “intercambio colombino” entre Europa y América fue la adquisición de las drogas provenientes del nuevo mundo. 
Pero mientras Europa saqueaba libremente las “farmacias nativas” en la búsqueda de la producción de dorgas, no había la correspondiente incorporación de las ideas culturales y prácticas  religiosas que sustentaban su uso en los lugares de origen. Por ejemplo, los españoles se apropiaron de las drogas aztecas,   sus   propiedades   fueron   solamente   entendidas   en   términos   de   patología   humoral   (visón prevaleciente en Europa) y mostraban poco interés en qué uso le dieron los aztecas y por qué motivos las creían eficaces.
El surgimiento de la farmacología en otro de los momentos importantes. Fue Claude Bernard (1913­1878) quien realizó los más tempranos experimentos que mostraban que la droga actúa en un sitio específico del cuerpo y no en forma difusa por todo el sistema. El estudio de droas recibió un gran incentivo  de la Universidad de Dorpat (ahora Tartu) en Estonia. Es así que por primera vez en la historia se creó una cátedra de farmacología a cargo del Dr Rudolf Bchheim (1820­1879), graduado en Liepzig,   quien   aprendió   gran   parte   de   su   conocmiento   en   la   traducción   del   inglés   de   un   libro de Honathan Pereira (1804­-1853), físico y químico londinense.
Buchheim   estudió   el   efecto   de   las   drogas   con   las   que   en   ese   tiempo   estaba   familiarizado metales, prgantes, alcaloides, alcohol, etc­. El no logró muchos descubrimientos per sí establecer la ciencia   como   una   disciplina   distinta.   Sus   discípulos,   especialmente   Oswlad   Schmiedeberg,   se encargaron de expander la ciencia y fundar laboratorios por toda Europa.
Otra línea imposible de obviar cuand referimosa la relación entre la medicina y las drogas es la psiquiatría. Fundamentalmente la psiquiatría del siglo XX. Se puede convenir en que ha sido marcada por tres grandes líenas: el pscoanálisis freudiano, el descubrimiento y uso de drogas psicogtópicas y el movimiento  antipsiquiátrico.
La primer droga psicotrópica usada fue el litio, en Australia en 1949 2, en un intento de control de los maníaco­depresivos. El desarrollo de la  psicofarmacología trajo una nueva ola de autoconfianza y optimismo terapéutico a la profesión psiquiátrica. Prometía una relativa seguridad, método de costo­efectivo en el alivio del sufrimiento mental sin recurrir a la hospitalización o al consumo de tiempo que
planteaba el psicoanálisis freudiano. Asimismo revivió la identidad de la psiquiatría como una “ciencia 
dura y exacta”, identidad cultivada desde la segunda mitad del siglo XIX.
Irónicamente la utilización de drogas psicotrópicas fue una de las causas del surgimiento del movimiento antipsiquiátrico de los años 60', cuyas tres propuestas fundamentales eran:

1. que   la   enfermedad   mental   no   es   un   fenómeno   comportamental   o   bioquímicamente objetivo (debía ser contextualizado)
2. que en occidente la visión de la locura impedía que pudiéramos aprender algo de ella
3. que la experiencia psicótica puede ser una forma de auto­curarse y por lo tanto no debe ser farmacológicamente alterada o suprimida.

Uno de los más carismáticos ha sido R. D. Laing (1927­1987) junto con el sudáfricano David Cooper, influenciados por las ideas de M. Heiddeger y J. P. Sartre. En los Estados Unidos al frente de dicho movimiento se encuentra Thomas Szasz (1920), en Francia por Michel Foucault (1926­-1984), en Italia Franco Basaglia (1924­1980) entre otros.
El movimiento antipsiquiátrico dió impetú a la desinstitucionalización de la insanía. Otro logro  importante   fue   el   reconocer   el   derecho   del   paciente   a   abstenerse   de   drogas   psicotrópicas   o electroshocks.
Tanto sea a nivel internacional como nacional las drogas utilizadas por la medicina estuvieron sujetas a lo largo del tiempo en un proceso de penalización­despenalización. La relación anteriormente mencionada   entre   Estado   y   medicina   (surgida   a   principios   del   siglo   XIX)   alcanzan   su   máxima expresión en el siglo XX con la penalización de las drogas hasta entonces utilizadas libremente. Es entonces,   desde   estos   momentos   que   comienza   a   hablarse   de   adicción.   La   adicción   radica   en   un concepto   relativamente   nuevo,   pero   su   comprensión   dependerá   de   la   definición   que   la   capture. 
Evidentemente   hay   múltiples   definiciones   que   responden   a   intereses   vinculadas   a   distintas dimensiones, instituciones, funciones, etc. O sea, dependerá de las lógicas de sentido que las atrapen.

2  http://www.medicosecuador.com/revecuatneurol/vol12_n3_2003/editorial.htm
    http://www.alpoma.net/tecob/?p=869

Esta relación se puede vincular a lo que Foucault llama “psiquiatrización de la vida cotidiana”, como un orden de represión, en la invisibilidad de un poder que circula por las redes sociales.
Como ya fuera mencionado oportunamente, la penalización de las sustancias es un proceso que se   origina   en   1906  en   EE.UU..   Pero,  lo   realmente   importante   es   conocer   de   qué   usos,   anterior   y posteriormente a la penalización, se servía la medicina en su práctica terapéutica. Por ejemplo, la utilización médica de la cocaína consistía en anestésico local en cirugía, y de terapétuca antidepresiva en la clínica psiquiatrica, movimiento del que S. Freud fue un investigador e impulsor (así lo avala su estudio “Sobre la coca” de 1884). Los argumentos porlos que se sustituyó la cocaína por anestésicos locales sintéticos apuntan fundamentalmente a la toxicidad de la sustancia, la inestabilidad de sus soluciones y la fácil descomposición por el calor. Dichas sustancias sustitutivas, que por el año 1930 ya rondaban en más de 100, resultaron muchas de ellas de mayor toxicidad que la cocaína, tal es el caso de la  nupercaína  (4 o 5 veces   más tóxica), o de la  pontocaína  (3 veces más tóxica), y así otras tantas. Se recurrió a la asociación con la adrenalina en un intento de ajar su nivel de toxicidad. Evidentemente, además del trasfondo médico de la penalización de la sustancia, hubieron muy probablemente otros intereses que fomentaron su prohibición, y así lo demuestra la fabricación de sustitutos sintéticos más tóxicos que ésta. Así, con esta sustancia con  como otras, los laboratorios o la industria químico­farmacéutica en general, se encargaron de producir los sustitutos legales a las drogas penalizadas, obteniendo ingresos insospechados hasta ese momento. Es así, que hoy en día la industria químico­farmacéutica es la segunda maś grande en movilización de capitales luego de la petrolera, obviamente sin mencionar el mercado ilegal.
En   nuestro   país   la   primera   penalización   de   la   cocaína   es   en   el   año   1937.   recolectando  inforamción en el Departamente de Historia de la Medicina de Facultad de Medicina, nos podemos encontrar   con   varias   publicaciones   que   refieren   al   tema,   por   ejemplo,   la   obra   “Terapéutica y farmacodinámia” 1938 del Profesor Doctor Rossello nos encontraos con un capítulo dedicado a la cocaína como anestésico local. En él se incluye un listado de la farmacopea oficial uruguaya extraída directamente   de   la   francesa.   En   dicho   listado,   como   puede   apreciarse,   el   número   de   drogas posteriormente penalizada es más alto aún.
Un proceso similar ocurrió con los opiáceos (opio, morfina, heroína, codeína, etc) utilizados médicamente como anestésicos y depresores del Sistema Nervioso. Hoy en día se encuentran en las listas vigentes de penalización (3).
 (3) La historia del proceso de penalización de los opiáceos es por demás interesante, y ameritaría una profunda y particular investigación que escapa a las posibilidades de éste trabajo por sus prolongados avatares a lo largo de la historia de la humanidad y nuestra cultura.

Lo mismo ha ocurrido con otras tantas sustancias psicoactivas. Pero en lo referente al cannabis, el tema toma otras características. Sabido es la discusión actual (aunque bien podría datar de un par de décadas   atrás)  con respecto a la despenalización  de dicha sustancia.  En los  países que primero   lo penalizaron, por ejemplo EE.UU., en 1937, ha comenzado un paulatino proceso de despenalización de dicha sustancia con fines médicos. Resulta interesante que el saber médico, uno de los propulsores en un principio de la penalización por los datos aportados que sugerían su nocividad, es hoy el beneficiado 
en la despenalización aprobada en gran cantidad de estados americanos. Tanto es así, que la OMS redactó en marzo de 1998 lo siguiente: “Hay buenas razones para decir que los riesgos del cannabis serían menormente perjudiciales a la Salud Pública que los serios riesgos generados por el consumo de alcohol y tabaco, aún si tuviéramos la misma población de consumidores en ambos grupos (4)”.
(4) Fuente: Proyecto de la ONU en las implicaciones sanitarias del uso de cannabis: Ginebra, Suiza.

Esto da a pensar que “la Verdad” es relativa, local, y temporal. Siendo ésta la habilitación o inhabilitación proporcioinada por la producción de subjetividad de determinado momento histórico. Y las contradicciones que una época le opone a la otra, cada paradigma, se ven claramente reflejadas en el 
devenir científico.
Un caso distinto es el del LSD 25 (Ácido Lisérgico Sintético), creado por Albert Hofmann en el laboratorio Sandoz en Basilea (Suiza). Su propósito original era el de crear un analéptico ­refiere al régimen alimenticio para restablecer las fuerzas­ y ha hallado por error uno de los enteógenos sintéticos más potentes e influyentes en varios ámbitos. 
Como lo menciona el Profesor Psicólogo Juan Fernández en su libro “Enteogénesis”, el LSD fue utilizado en el ámbito médico y especialmente en psiquiatría en experimentos psicoterapéuticos posteriores a la segunda guerra mundial. El uso de ésta sustancia (y en algunos casos psylocibina) en el 
ámbito psicoterapéutico se le llamó narcoanálisis, que posteriormente derivó en la terapia psicolítica y terapia psicodélica. No obstante la práctica de este tipo de psicoterapia suscitó una gran cantidad de problemas judiciales e inclusive políticos.
A nivel nacional también hubo experiencias fundamentalmente de la mano de psiquiatras tales como: Duarte, Severino, Silva, Gaspar y Berta. Obteniendo en muchos casos resultados positivos y en otros no.
El LSD irrumpió también en el ambiente artístico en la década del '60, y cuya expresión directa fue el arte psicodélico (5).
(5) La palabra psicodélico fue inventada por el psicólogo británico Humphry Osmond.

Las causas de su prohibición argumentan el uso indiscriminado, sin fines médicos, produciendo innumerables   descompensaciones   psíquicas.   De   todas   formas   sorprende   la   prohibición   para   el   uso médico siguiendo las palabras del Dr. Luria de la Universidad de Harvard que sostenía: “la taza de reacciones adversas computadas en el tratamiento terapéutico nunca ha superado el ínfimo de 0,08%”
Una vez prohibido el uso del LSD se supo que su utilización pasó a manos militares, integrando la lista de armas estratégicas en plena guerra fría. Esta estrecha, íntima, entre medicina y Estado no sólo se expresa en la prohibición de aquellas sustancias utilizadas por la medicina, sino también en las competencias que la ley establece a la Salud Pública, que serían la prevención, asistencia, curación y rehabilitación social del toxicómano. Así como también el suministro de datos efectivos para el establecimiento de políticas en éste sentido (Capítulo II, Artículo 16 de la Decreto­Ley 14.294).

Como lo menciona Michel Foucault en “La verdad y sus formas jurídicas” en sus páginas 35 y 36 “[el control de los individuos] no puede ser efectuado por la justicia, sino por una serie de poderes laterales, al margen de la justicia, tales como la policía, y toda una red de instituciones de vigilancia y  corrección: la policía para la vigilancia, las instituciones psicológicas, psiquiátricas, criminológicas,  médicas y pedagógicas para la corrección”.

Estas instituciones en nuestro país son algunas de orden público y otras privado. Dentro de las de orden público la que por años sirvió de centro de referencia nacional fue el Hospital Maciel, pero a partir del 2005 hubo un serio biraje en la política de estado atendiendo el problema drogas a través de policlínicas y el portal amarillo acercándose a la comunidad. También a nivel privado existe una amplia gama   de   oportunidades   en   el   mercado   de   la   salud,   tomando   cuerpo   en   organizaciones   no gubernamentales de orden independiente, además de los centro de asistencia médica.

domingo, 23 de febrero de 2014

Marihuana y otras hiervas V...


Economía, política y drogas.

Esta dimensión es de gran importancia al momento de aproximarse al tema de las drogas. Ya se ha esbozado a lo largo del trabajo lo intrincada que están cada una de las dimensiones, y el fenómeno en su totalidad.
El capital que moviliza el mercado ilícito de drogas se muy difícil de calcular. Pero las cifras de UNODC indican que se ubicaría entre el  2 ­ 5% del Producto Bruto Interno, o 800 billones ­ 2 trillones U$S. Estas transacciones lo ubican en los primeros puestos del comercio mundial (6). Estos datos deben ser aproximados dada la ilegalidad de la cual estamos hablando y por ello la oscilación entre las cifras. Si hacemos un poco de historia en el proceso de comercialización de drogas hace ya décadas que es un negocio muy rentable, que en su momento creció a la luz de la guerra fría y corrupción de muchos   gobiernos. Para ahondar  en su magnitud  podríamos  mencionar  que en su momento   Pablo Escobar había ofrecido cancelar la deuda esterna colombiana. Colombia a finales de los '90 repartía 7 billones de dólares al año por ingreso de drogas ilegales,lo que equivaldría a la exportación de todos sus productos legales que oscilaba en los 7,6 billones de dólarse. En 1994 la vicepresidente del Citicorp International Jene Westcoats, aseguró que en el Paraguay se lavaron 600.000 millones de dólares. Otro ejemplo fue durante el gobierno de Santoro en Bolivia, cuando se le impusieron sanciones al cambio de dólares ilegales y cayeron las reservas federales en un 77%, restituyó entonces las ventajas para el blanqueo  de capitales  e inmediatamente subieron las reservas. Claro que hoy día se ha hecho más estrecho el cerco y es impensado este tipo de acontecimientos, pero siempre hay existe la posibilidad de encontrar una grieta dentro del marco legal para estas actividades.
(6) Fuente: http://www.unodc.org/unodc/en/money­laundering/globalization.html 31/III/2010.

No   podemos   desconocer,   pues   que   desde   un   plano   económico   la   droga   es   una  mercancía altamente productiva, integrada bajo distintas formas al sistema económico financiero mundial. Tal es el caso del lavado de narcodólares como hemos mencionado.
Las cifras son escalofriantes, por lo que tanto dinero fuera de la órbita de los estados es uno de los   más   fuertes   argumentos   para   la   legalización   de   las   sustancias   psicoactivas   penalizadas.   Pero también lo es para lo contrario, y éste se esgrime en el impredecible impacto que causaría un ingreso tan   masivo   de   capital   a   las   economías   mundiales.   Asimismo   según   afirmará   el   Premio   Nobel   de economía Milton Friedman: “La prohibición hace del negocio algo altamente peligroso, y por cuenta  
de esos riesgos la actividad termina por quedarse en mano de quienes tienen las organizaciones más  grandes y mejor preparadas: los carteles”.
Con  respecto a los carteles,  debemos  mencionar  que cada  vez que se ha desarticulado   uno parece replicarse sus restos en varias organizaciones que se reparten el nicho del mercado. Así pasó en la década de los '90 con los carteles de Medellín y Cali ­de los más conocidos internacionalmente­ como   política   estatal   contra   las   drogas   con   el   auspicio   de   EE.UU.   Al   descabezarse   ambas organizaciones atrajo un fenómeno de innumerable proliferacion de microcarteles que contribuyeron a disminuir el precio (7) de las sustancias, multiplicando y socializando la producción así como siendo un duro escoyo para el control por parte de las autoridades.
(7) Existe un trabajo interesante sobre Comportamiento del mercado de drogas de Jaén y Dyner 2007.

La   legislación   de   sustancias   psicoactivas   está   también   impregnada   de   injerencias   políticas. Atravesamientos políticos. Es importante para la ulterior comprensión de las politicas económicas le recordas aquellos países que han comenzado independiente un paulatino proceso de despenalización, como   por   ejemplo,   Canadá   en   1998   autorizó   elcultivo   de   cáñamo   con   múltiples   fines,   EE.UU. despenalizó el uso de marihuana con fines médicos en una gran cantidad de estados a lo largo de la década de los '90, Holanda ha despenalizado el consumo de sustancias psicoactivas en la ley de 1976 que considera las cantidades de consumo habilitado y establece la diferenciación entre drogas duras y blandas; en Inglaterra, al igual que en otros países europeos se ha incentivado una política sanitaria de corte más solidario en la comprensión del adicto suministrándoles en aquellos casos de gran adicción.
¿Qué  tienen   de   común   estos   países?   Todos   pertenecen   al   primer   mundo,   toas   las   listas   de convenciones se han llevado a cabo en estos países, las ayudas económicas provienen de los mismos, y estos son algunos pocos motivos que la legalización sobre drogas ha sido diferente en el primer mundo consumidor al tercer mundo productor.
Volviendo al terreno nacional, en el momento mismo de la promulgación de la ley 14.294, como es sabido el país estaba atravesando un período dictatorial (casualmente al igual que la primera promulgación   de   1934   más   allá   de   las   consabidas   diferencias),   precedido   por   una   fuerte   crisis económica que tenía sus raíces en la década del '50. A su vez existía una gran dependencia de los países desarrollados, fundamentalmente EE.UU. que se expresaba, por ejemplo, en las Cartas de Intensión suscritas con el F.M.I.. Esta dependencia se plasmaba en el ceder a determinadas políticas en beneficio de intereses fundamentalmente económicos.
Por lo tanto a nivel sociopolítico podemos apreciar cómo la droga se ha transformado en un objeto   simbólico­instrumental   de   múltiples   relaciones   entre   los   estados   que   sirven   además   para diagramar políticas sociales a nivel nacional.
La legislación  de drogas  en nuestro país  (así com oen la gran totalidad  de Latinoamérica), responde   directamente   a   la   injerencia   de   EE.UU.,   en   una   internacionalización   del   control, argumentando   un   planteo   unilateral   con   una   óptica   muy   victimizada   del   tema,   que   consistió   en atribuirle   todo  el  peso  de  la   responsabilidad   a  las  fuentes   de  oferta   y  abastecimiento   de  drogas   a Latinoamérica.
Evidentemente   éste   consistió   en   un   doble   discurso   perteneciente   a   un   momento   histórico determinado en el que la autovictimización de EE.UU. puso el énfasis en la producción y no en el consumo (es EE.UU. el país de mayor consumo creciente en el mundo).
En nuestro país, luego de un período de atravesamientos políticos del fenómeno jugando entre el discurso y el ocultamiento, se encontró una política seria y realista de la situación teniendo sus raíces con   Costas   y   solidificándose   muy   especialmente   en   el   último   quinqueño   con   un   alto   índice   de incautaciones, pero principalmente con una política abierta de abordaje del tema.



lunes, 17 de febrero de 2014

Sobre marihuana y otras hierbas... Entrega I

Es un gusto retomar el contacto una vez más.

Empezaremos con un tema controvertido que sacudió a nuestro país y el mundo: La legalización de la marihuana. Si bien Uruguay suscribe la normativa internacional al respecto, se atrevió a instalar el debate y dar un paso más... Es de resaltar que la regulación jurídica anterior era una fuente de contradicciones importante también.

Sobre la problemática de drogas hay distintas bibliotecas, pero la idea aquí es poner en debate, no sólo la legalización, sino la ley que regía, sus alcances, el período en que surge y las lógicas que la atraviesan en lo cultural, medicinal, ecnomómico y político por ejemplo.

El siguiente trabajo, tiene su origen en una elaboración inicial realizada en equipo en Facultad de Psicología por 1998 y que incluía una entrevista a la Dra Adela Reta. Luego una ampliación en 2006 para FHUCE y finalmente se extendió para ser presentarlo como trabajo final de la Junta Nacional de Drogas en 2009.

Se agradece abrir el debate y plantear cuestionamientos pertinentes de esta primera entrega...


Antecedentes Investigativos:

El   problema   de   la   droga   surge   como   problema   médico­sanitario   a   fines   del   siglo   XX
relacionado fundamentalmente al morfinismo.
En nuestro país surge como problema con dimensión social a partir de la década del ’80, por lo tanto los pocos trabajos investigativos realizados fueron a partir de este momento. Al principio los mismos fueron aislados y esporádicos, poco precisos y que no dimensionaban el problema como tal.
En los ’80 Rafael Bayce realiza un trabajo que se centra en un cuestionamiento del discurso oficial, de base fundamentalmente sociológica. Hugo Míguez y Raquel Macri realizan el primer trabajo investigativo del que se nutre la Junta Nacional de Drogas, trabajo que estuvo archivado durante mucho
tiempo en esta dependencia sin generar la atención debida.
No es hasta la década de los ’90 que los psicólogos Gabriel Eira y Juan Fernández logran en su trabajo “Drogas: contexto   y   dilema”,   una   amplia   investigación   sobre   el   tema.   Investigación   que continúan   hoy   día,   cuya   publicación   “Enteogénesis”   logra   una   revisión   crítica­histórica.   También Daniel  Vidart ha realizado  trabajos  desde el punto de vista antropológico,  pero que no se ciernen estrictamente a nivel nacional.
En   un   proceso   de   apertura   de   la   JND   de   la   mano   de   Costa   comenzando   un   período   de acercamiento   a   la   temática   que   cristalizó   con   Milton   Romani   y   su   equipo   quien   dio   un   viraje   al tratamiento del tema. Viraje en varios sentidos, desde lo incautado, hasta la política decididamente abierta a formar, educar en el tema con un serio acercamiento a la sociedad y sus principales actores.
La implementación de un plan nacional a través de organizaciones médicas, la coordinación de los recursos también fue una gran apuesta.
A nivel internacional, como es de esperarse, hay innumerables investigaciones que responden a diferentes perspectivas sobre dicha temática. Un interesante trabajo es el realizado por el autor español Escotado “La historia de las drogas”. Asimismo Terence Mc Kenna en su clásico “El manjar de los dioses” abre una brecha en la investigación de las drogas en sus culturas de origen. Thomas Szasz ha realizado extensas investigaciones entre las que se destacan “Drogas y ritual”, así como “Nuestro derecho a las drogas”.


Planteamiento del Problema

El fenómeno de la droga es también conocido como el  problema de la droga. Problema en términos de búsqueda de soluciones a un fenómeno poco conocido. El problema de la droga, seguirá siendo un problema mientras no se lo aborde como una postura crítica en un intento de comprender más allá de lo estigmático, trascendiendo el nivel nocional del tema. Muchas veces a este fenómeno se lo nombraba también como “el fantasma de la droga”, y nada más ilustrativo que dicha denominación en tanto el conocimiento que tenemos de él.
Problema, hace referencia según De Brasi, a un área de desconocimiento, a un área donde el requerimiento es justamente la producción de conocimiento.

El problema de la droga es una construcción social, y se lo constituye como problema social producto de intereses políticos fundamentalmente. Se lo presenta públicamente como un problema sin sustentos diagnósticos o investigativos, como una estructura vacía. En nuestro país la construcción de dicho problema es un proceso muy complejo que comienza a partir de la apertura democrática. En dicho momento histórico la juventud eclosiona contrastando con el momento histórico inmediatamente anterior, el período intervencionista.
Entonces, el  discurso controlador  se centra ahora en la juventud, y la droga resulta un buen argumento. Contribuyendo a esto una campaña de prensa realizada en el período 87­88 magnifica dicha problemática. La juventud pasa a ser el argumento justificativo de la represión.
A nivel internacional, como problema específico fue definido por la administración Reagan, como respuesta a las repercusiones del movimiento hippie, de las décadas del 60’ y 70’. Recordemos que un problema hace referencia al desconocimiento y este por ende al temor. Al final de la guerra fría y   con   la   paulatina   debilitación   de   los   regímenes   comunistas,   se   redefine   estratégicamente   como enemigo interno a la droga justificando así a su vez intervenciones militares por parte de los EE.UU. en
aquellos países productores de droga, es esta una estrategia geopolítica en la que está incluida América Latina. Pero a nivel interno se lo define como peligro en un intento de normativizar y controlar los comportamientos sociales.
Recordando   al   autor   francés   Robert   Castel,   los   jóvenes   pasarían   a   tener   la   posición   que
anteriormente ocupaba el proletariado. De una lucha de clases se pasaría a una lucha generacional. Se justifica así el control de la juventud en un intento de uniformización (al igual que el proletario en otro momento histórico). Al cambiar la relación de fuerza de clases, los peligros deben ser redefinidos. Los jóvenes pasan a ser “los peligrosos”, y así se crea un fantasma en torno a ellos.  En una sociedad obsesionada   por   el   control,   aquellas   sustancias   que   aparentemente   producen   descontrol   se transforman en peligrosas.
El  objetivo  del presente trabajo consistirá entonces, en el intento de desglosar, dentro de lo posible, las distintas dimensiones de mayor incidencia que atraviesan en forma múltiple este fenómeno. La problemática está planteada por las dificultad en el manejo de determinadas nociones tales como conciencia, droga y por las limitaciones que impone la taxonomía, ya que las drogas son clasificadoras
según distintas perspectivas que las capturan y definen como tales.
No   es   objetivo  del trabajo  abordar  directamente  el  tema  de la  drogadicción  (aunque   pueda aparecer referido a lo largo del mismo), sino de la droga propiamente dicha. Droga como sustancia natural   o   artificial   capaz   de   alterar   el   estado   de   conciencia   de   un   ser   humano.   Desde   aquí   nos encontramos entonces con la imposibilidad de definir unívocamente el concepto de conciencia, y más aún el de alteración de conciencia.
Recordemos   que   un   problema   no   es   necesariamente   un   obstáculo,   al   contrario,   éste   y   sus formulaciones tienden a la solución del mismo.
Las definiciones no deben ser tomadas como reglas sagradas (que no hacen más que limitar e impedir la posibilidad de visualización de formas nuevas, sino que en un intento de aclarar ponen un velo   ante   nosotros),   sino,   como   construcciones   socio­históricas   que   responden   a   una   determinada subjetividad.   Muchas   veces   una   definición,   de   aparecer,   servirá   a   un   juego   de   construcción­ deconstrucción   de   lo   dado   en   el   intento   de   develar   los   puntos   ciegos   que   se   presenten   como interrogantes.

Si partimos de la base que una droga es una sustancia capaz de alterar el estado de conciencia, ¿qué entendemos por conciencia? El diccionario de la Real Academia Española en su primera acepción nos   dice:   Propiedad   del   espíritu   humano   de   reconocerse   en   atributos   esenciales   y   en   todas   las modificaciones   que   en   sí   mismo   experimente.   Pasamos,   como   se   ve,   de   la   dificultad   de   definir conciencia a la de definir espíritu. Pero es de rescatar lo mencionado como capacidad de reconocerse en atributos y modificaciones que se experimenten.
Entrando en el ámbito de la psiquiatría, Henri Ey entiende a la conciencia como la organización de la experiencia sensible actual que integra la presencia en el mundo, la representación del orden objetivo y subjetivo, y la construcción del presente.
Lo que podemos decir entonces es que la dificultad radica en hablar también de una conciencia normal,   pues   ¿qué   parámetros   la   establece?,   y   ¿quien   establece   dichos   parámetros?   El   hablar   de parámetros refiere directamente a la arbitrariedad planteada por el dualismo. Así acudimos al concepto de distancia (De Brasi) también en lo cultural, ya que diferentes culturas caracterizarán a sus estados de conciencia como normales aunque sean sustancialmente distintos en términos de experiencia a las otras culturas. Y es así por ejemplo que los Shuar (pueblo de la familia jibaroiana) consideran estado normal al que se produce bajo el efecto del yagé, y la alteración de conciencia sería la ausencia de esa sustancia.
En un intento de “comprender” a las sustancias psicoactivas, se las ha intentado capturar desde distintos ámbitos (científicos, políticos, etc.), en diferentes taxonomías. La compulsión clasificatoria responde a la necesidad política cargada de intereses específicos y que obedece a las lógicas de quien las construye.

Por lo tanto hay siempre un referente ideológico detrás de cada clasificación. Resulta entonces necesario recorrer las diferentes clasificaciones de mayor trascendencia:

Clasificación físico­química: se basa en la estructura química de la sustancia y la relación con sus efectos. Se interesan por sustancias que puedan generar efectos similares, por ejemplo compuestos no nitrogenados como el cannabis.

Clasificación farmacológica: se clasifican los metabolitos por sus efectos en el organismo.

Clasificaciones clínicas: éstas evalúan las reacciones de los consumidores frente a las sustancias ingeridas: quizá la más conocida sea la de Lewin en 1931 quien las divide en:

* Inebrantia: excitación en el SNC y luego depresión (ejemplo: alcohol)

* Exitantia: estimulan el SNC (ejemplo: cafeína)

* Euphórica: sedantes de la actividad mental (ejemplo: opio y derivados, coca y alcaloides)

* Hypnótica: producen sedación (ejemplo: kava­kava, cannabis)

* Phantástica: constituida por los alucinógenos o enteógenos.

Otra clasificación puede ser la de J. Delay de 1957:
Se basa en el concepto de tono psicológico, a su vez basado en un concepto de Pierre Janet, haciendo referencia al nivel de conciencia, vigilancia y estado de humor de la persona:

* Psicoanalépticos: estimulan el tono (ejemplos: cafeína, cocaína, anfetaminas)

* Psicolépticos: los que deprimen el tono (ejemplos: opiáceos, barbitúricos, ansiolíticos)

* Psicodislépticos: todos los enteógenos.

Otra clasificación podría ser la del antropólogo uruguayo Daniel Vidart:

* Dionisíacas: entrega al placer (ejemplo: alcohol)

*Apolíneas: control de lo que sucede (ejemplo: cocaína)

* Narcóticas: inducen a la narcosis, al sueño (ejemplo opio)

* Enteogénicas o satanógenas (ejemplos: yagé, LSD)

Clasificaciones políticas como la de la DEA (Drug Enforcement Agency):

* Categoría I: Las más peligrosas de todas. Elevado potencial de abuso y sin uso médico en los
EEUU.: LSD, Psilocybina, mescalina y demás enteógenos (entre ellas estaba la marihuana, pero por su
“nuevo” uso terapéutico se la pasó a la Categoría II)

* Categoría   II:   Elevado   potencial   de   abuso   pero   con   algún   uso   médico.   Cocaína,   morfina, feniclidina, cannabis, y tronabino (versión pastilla de la marihuana).

* Categoría III: Sustancia controlada con mayor potencial de abuso que generan dependencia pero
de amplio uso médico (barbitúricos, anfetaminas)

* Categoría   IV:   Sustancias   controladas   con   menos   potencial   de   abuso   que   generan   niveles inferiores de dependencia, pero con uso médico (diazepan, valium)


* Categoría   V:   Sustancias   controladas   que   combinan   cantidades   limitadas   de   narcóticos   y
sustancias no narcóticas (romilar)

La dimensión jurídica del fenómeno nutre a la problemática en sí misma clasificando  a las drogas en legales e ilegales. Importa subrayar que los criterios de ilegalidad son extrafarmacológicos,  lo que aporta al oscurecimiento de dicho fenómeno.



Fundamentación:

A   continuación   se   laminará   la   problemática   en   sus   diferentes   dimensiones   para,   como   fue mencionado anteriormente, lograr una mejor aproximación:

1. Antropología, cultura y drogas.
2. Legislación y drogas
3. Medicina y drogas
4. Economía, política y drogas